La dinastía Han consolidó el imperio que fundó Qin Shi
Huang Di y expandió los límites geográficos de la civilización china. Esta dinastia comprende el periodo de (297 A.C a 220 D.C)
Logró
alcanzar las laderas de los Himalayas, e incorporar la zona que actualmente
pertenece al Tíbet; además, penetró en la península coreana y ocupó parte del
territorio de Vietnam.
La China Han instauró un régimen de carácter religioso
basado en el confucionismo y mantuvo la estructura administrativa que organizó
el primer emperador, aunque no replicó su autoritarismo. Los cargos de poder
eran ocupados por una red de funcionarios pertenecientes a la nobleza imperial,
que eran denominados “mandarines” y que controlaban los poderes locales.
La historia de la dinastía Han se divide en dos
periodos separados por un breve lapso en que el caudillo Wang Wang intentó
instaurar su propia dinastía, la Xin. El primer periodo es el de la dinastía
Han occidental, que ubicó su capital en la ciudad de Chang’an, y el segundo de
la dinastía Han oriental, que tenía su capital en la ciudad de Luoyang.
El periodo de los Han occidentales se caracterizó por
el gran crecimiento cultural alcanzado y por la prosperidad económica generada
por el desarrollo del comercio. Durante el gobierno del emperador Han Wudi fue
derrotado el pueblo nómada de los Xiongnu, lo que posibilitó la apertura de
rutas comerciales con Asia Central y la India. Precisamente, desde la India y a
través de la denominada “Ruta de la Seda”, el budismo llegó a China y se
convirtió en un importante elemento cultural en el ámbito filosófico y
religioso.
Luego de la breve irrupción de la dinastía Xin liderada
por Wang Wang, la capital de la China Han se trasladó al lado este y se
estableció en Luoyang. Los Han orientales debieron enfrentar una serie de malas
cosechas que socavaron la economía y que provocaron numerosas rebeliones, de
las que la más relevante fue la “Rebelión de los Turbantes Amarillos”. A medida
que las rebeliones locales tomaban forma, la autoridad del emperador Han decaía
gradualmente y con ello crecía el poder de los caudillos militares locales.
Esta situación derivó en que el último emperador de la China Han, el emperador
Xian, fuera controlado por el jefe militar Dong Zhuo y posteriormente por su
sucesor, Cao Cao.
Finalmente, la China Han terminó por ser invadida por
hordas de origen mongol que desestabilizaron fácilmente a la debilitada
dinastía Han.
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