viernes, 7 de septiembre de 2012

Persépolis




La primera capital del Imperio persa aqueménida fue Pasargada, pero hacia 512 a. C. el rey Darío I el Grande emprendió la construcción de este masivo complejo palaciego, ampliado posteriormente por su hijo Jerjes I y su nieto Artajerjes I. Mientras las capitales administrativas de los reyes aqueménides fueron Susa, Ecbatana y Babilonia, la ciudadela de Persépolis mantuvo la función de capital ceremonial, donde se celebraban las fiestas de Año Nuevo. Construida en una región remota y montañosa.

Tras haber continuado la obra Ciro en Pasargada y paralelamente a los importantes trabajos de construcción emprendidos en Susa, Dario I decidió establecer una nueva capital; esta decision es generalmente interpretada como una voluntad de distinguirse de la rama principal de los aquemenidas, a la que Pasargada estaba fuertemente ligada.

Las construcciones de Dario fueron acabadas y completadas por sus sucesores; su hijo Jerjes I añadió al complejo la Puerta de todas las Naciones, bajo Artajerjes I el sitio permaneció en construcción hasta aproximadamente 424 a. C., llegando hasta la caída del imperio persa además de quedar una puerta incompleta y un palacio atribuido a Artajerjes III.

Protegida por su ubicación en el corazón del imperio aquemenida Persepolis no contaba con defensas solidas. Además la posición al pie del Kuh-e Ramat representa un punto débil a causa del desnivel entre la terraza y el suelo y estaba protegido por una muralla y torres

Tras haber tomado la ciudad en 331 a. C., Alejandro dejó una parte de su ejército y continuó su marcha. No regresó a Persépolis hasta algún tiempo después. Al final de un día de borrachera en honor de la victoria, Persépolis fue incendiada por orden del conquistador en mayo de 330 a. C.

Los persas no poseían un bagaje arquitectónico propio: se trataba de un pueblo seminómada de pastores y jinetes.  Ahora bien, desde su fundación por Ciro II, el imperio persa se dota de construcciones monumentales. Al principio, inspiradas en los pueblos conquistados, los arquitectos aqueménidas integran estas influencias y proponen rápidamente un arte original. Si en Pasargada, el plan general muestra aún influencias nómadas con sus edificios estirados, dispersos en un inmenso parque, cincuenta años más tarde el de Persépolis es prueba de racionalización y de equilibrio: el plano cuadrado es sistematizado, las columnas son estrictamente colocadas (6x6 en la Apadana, 10x10 en el palacio de las Cien Columnas...), y comprende la mayor parte de las pequeñas salas del Harén y los anexos de los palacios. Las transiciones de los pórticos a los lados son unidas por torres angulares en la Apadana. Las dos grandes puertas y los diferentes pasos distribuyen la circulación hacia los edificios principales.

Estas realizaciones son creaciones originales, cuyo estilo resulta de la combinación de elementos resultantes de civilizaciones sometidas. No se trata de una hibridación, sino más bien de una fusión de estilos que crean uno nuevo. Resultante del saber hacer de los arquitectos y obreros de todo el imperio, la arquitectura persa es utilitaria, ritual, y emblemática. Persépolis muestra así numerosos elementos que atestiguan estas fuentes múltiples.


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